La posición del violín al tocar debe convenir a dos requerimientos: debe estar adaptada al sentido natural del movimiento del brazo derecho al guiar el arco y debe facilitar cuanto sea posible la acción de la mano izquierda. La posición del violín se puede caracterizar por tres rasgos:
- El sentido horizontal de las cuerdas.
- La desviación de la cabeza del violín hacia la izquierda.
- La inclinación del violín, es decir el descenso de su lado derecho.
Los dos requerimientos citados anteriormente los cumple la siguiente posición normativa del violín:
El violín, respectivamente las cuerdas, se encuentran en posición horizontal, dicho coloquialmente, “paralelas al suelo”; se desvían a la izquierda unos 45 grados de la línea de nivel imaginario que atraviesa el eje del cuerpo en sentido hacia delante; y se inclinan unos 45 grados del nivel horizontal dejando los filetes derechos abajo y los izquierdos arriba. (imagen 40 y 41; ver también anexo iv).
La posición normativa del violín: violín horizontal, con desviación de 45 grados y con inclinación de 45 grados.

Las desviaciones a esta posición normativa son habituales, y ello por razones de tipo anatómico (longitud de los brazos, del cuello, anchura de los hombros, etc…) por razones técnicas (facilitación del movimiento).
Así, por ejemplo los violinistas con manos débiles o cortas, cambian la posición horizontal del violín por una posición inclinada, para que así disminuya el cansancio aparejado a la posición normativa; a veces incluso apoyan el brazo al cuerpo.
Esta posición defectuosa se puede superar introduciendo pausas y tocando por secciones pequeñas, durante tanto tiempo, cuanto haga falta para que los músculos implicados se fortalezcan; especialmente para los niños pequeños, el profesor debe establecer periodos de descanso regulares y abundantes y no debe forzar al alumno a tocar una y otra vez las piezas largas enteras.
Cuando hay crescendo o al tocar fuerte podemos levantar el violín de forma excepcional; el arco se desplazará por si mismo hacia el puente. Cuando hay decrescendo bajamos el violín, y con ello, facilitaremos el paso del arco sobre la cuerda del puente al diapasón.
Cuando hay f o cresc. podemos levantar el violín, cuando hay decresc, bajarlo.
La desviación del cuerpo se establece sobretodo para que los movimiento del arco sean fáciles, más que para cuestiones meramente de técnica de la mano izquierda. Ello es así, porque la coordinación del movimiento de todas las partes del brazo derecho y de hecho toda la función del brazo derecho son marcadamente más complejas que los movimientos de la mano izquierda, y se merecen por tanto mayor consideración.
A los violinistas con brazos más cortos les conviene una desviación menor del violín, es decir, un violín más a la derecha. Así el brazo derecho puede moverse con menor cansancio, ya que no tiene que extenderse hacia delante si quiere que el arco vaya paralelamente con el puente. Al contrario ocurre con las personas que tienen brazos largos, a los que es conveniente recomendar una mayor desviación del violín, más a la izquierda.
Los violinistas con brazos largos desvían el violín más a la izquierda, los instrumentistas con brazos cortos sujetan el violín más bien delante suyo (con menor desviación).
La inclinación del violín la aumentamos al tocar durante mucho tiempo en la cuerda Sol/G o Re/D; tocar con el brazo derecho se vuelve así menos cansado porque el codo puede estar más próximo al cuerpo. Esto lo conocen desde hace mucho tiempo los violines segundos de las orquestas.
Reducir la inclinación es decir, sujetar el violín de manera más plana es conveniente al tocar forte sobre la cuerda Mi/E o La/A; aumentaremos así el peso del arco sobre la cuerda y también la caída de los dedos de la mano izquierda será asegurada sobre un violín menos inclinado.
Al tocar de manera prolongada sobre la cuerda G/Sol inclinamos el violín más, al tocar sobre la cuerda E/Mi sujetamos el violín más bien plano (con menor inclinación).
La posición del violín la cambiamos también de manera moderada según las necesidades con movimientos de todo el tronco. Si estos movimientos están en acuerdo con la expresividad de la pieza y no son bruscamente intercambiados, no deben ser condenados. A veces con ellos, ayudamos a la técnica del brazo derecho (más en la sección “estar de pie al tocar acordes desplegados”).
Los cambios de inclinación de corta duración los realizamos con movimientos del tronco.
El violín lo podemos sujetar con la cabeza de diversas formas. Eso lo determina la forma del mentón, la dirección de la mandibula, la longitud del cuello y también la forma y ubicación de la mentonera y la almohadilla.
Si se utiliza para sujetar el violín solo una pequeña mentonera sin almohadilla – cosa poco habitual hoy en día – el violín se sujeta hacia la izquierda del cordal con presión de la parte izquierda de la mandíbula frente a la clavícula, con la cual se apoya el violín con su aro del lado inferior.
Esta sujeción es, sin embargo, bastante cansado, no muy estable y al tocar con ropa ligera puede ser doloroso debido a la presión del violín sobre la clavícula.
La sujeción del violín sin almohadilla es cansada y con la presión sobre la clavícula puede ser dolorosa.
En la época actual la mayoría de los violinistas se han dado cuenta de las ventajas de una mentonera y almohadilla bien acomodadas y con su ayuda han cambiado su propia manera de sujetar el violín: se presiona el violín desde arriba con la parte inferior de la mandíbula izquierda, la cual desciende moderadamente sobre un saliente recto de la mentonera, desde abajo en contrapresión con la parte delantera del hombro izquierda sobre el cual descansa la almohadilla.
La mentonera facilita la sujeción del violín (con un saliente para el descenso del hueso de la mandíbula) y la almohadilla reduciendo la necesidad de adelantar el hombro izquierdo.
La forma de la mentonera debería ser personalizado individualmente según la orientación de la parte baja del hueso de la mandíbula. La elevación de la mentonera debe tener un sentido distinto para los violinistas con mandíbulas estrechas y en retirada y otros violinistas con mandíbulas anchas.
La altura de la mentonera en su lado derecho e izquierdo dan al violín la inclinación adecuada, debería ser determinada pues, según cómo de inclinado (ascendente) es el hueso de la mandíbula.
La forma de la mentonera debe establecerse según el sentido del hueso de la mandíbula del violinista.
Una mentonera normal, que conviene a la gran mayoría de violinistas, tiene estas características (imagen 42):

Es suficientemente profundo (C-E = 83mm); tiene el borde BCD elevado (B – D = 85mm, C – D = 25mm); el borde A -D (J-H) = 13cm; en B-D se pasa en un ángulo de +-45 grados a una superficie ABDE plana o con ligera depresión, cuya parte inferior está alejada solo un poco de la tapa superior del violín (4mm).
La almohadilla, sujetada habitualmente a la tapa inferior del violín, mantiene, junto con la mentonera, el ángulo del violín. Lo hace, rellenando el espacio entre la tapa inferior del violín y la parte delantera del hombro, provocando que no tengamos que levantar en exceso el hombro si tocamos sin almohadilla.
La altura de una buena almohadilla está determinada por la altura del cuello del violinista. La forma de la almohadilla se condiciona a la inclinación del violín.
Las formas de las almohadillas y sus aplicaciones son diversas. La almohadilla puede ser un simple “panecillo” de tela, introducido bajo la chaqueta sobre el hombro izquierdo. En nuestro país por el momento se usan mayoritariamente pequeñas almohadillas, móviles fijadas sobre una cinta de cuero sujeta entre la esquina del filete y el botón del cordal (imagen 43). La llamada almohadilla americana con estructura de aluminio tiene la gran ventaja de que no toca la tapa inferior del violín y por ello no frena su vibración; se sujeta a los salientes de la tabla inferior en los costados (imagen 44) y se sujeta con un elástico a la esquina del filete.

La mayor cantidad de ventajas puede que la tenga el tipo de almohadilla con estructura metálica, sujetada desde abajo y sujeta a la mentonera y descendiendo libremente hacia abajo. (imagen 45).
Las almohadilla que no tocan la tapa inferior del violín son mejores para la sonoridad del violín.
Este tipo de almohadillas no se encuentran aún en el mercado; las sustituimos pues por una almohadilla formada personalmente la cual teniendo la forma correcta asegure – junto con la mentonera arriba descrita – una manera cómoda y firme de sujetar el violín, aunque no provee la ventaja de liberar las vibraciones de la tapa inferior del violín. Su tamaño y forma se pueden apreciar en la imagen 46.
Esta formada por tres partes de tela rellena con algodón u otro material. El lado lateral ABCD, que se encuentra vertical respecto de la tapa inferior del violín es más alto en su sección A-B (unos 3cms – según la altura del cuello) y la más baja está en D (como 1/2 cm). Desde la parte lateral la almohadilla se ata a la línea D-A. Si esta almohadilla debe “asentarse” , debe tener forma cóncava desde E en dirección al botón del costado inferior; debe atarse desde el lado más alto A-B hasta un punto D muy bajo, para que el violín no presione el cuerpo cuando tocamos con ropa ligera; la almohadilla en la zona DEA debe ser del todo baja, poco rellena. Abajo está sujeta al botón del costado inferior y arriba con una cinta elástica a la esquina de un costado. Los sitios en los que está cosida están separados por igual que el eje F-G. La almohadilla entera genera una sensación irregular y que se asemeja a la de una herradura.
Una almohadilla rellena e individualizada (imagen 46) facilita al máximo la sujeción del violín, sin embargo amortigua la vibración de la tapa inferior del violín.
El espacio entre la parte delantera del hombro izquierdo y la cabeza, girada hacia la izquierda, debe ser rellenado en la parte inferior del violín con la mentonera y la almohadilla. Para sujetar el violín no debe ser necesario entonces ni levantar visiblemente el hombro ni girar o levantar la cabeza. Dicho en otras palabras: si el violinista ladea de manera natural la cabeza hacia la izquierda y si coloca bajo la mandíbula izquierda el violín, debe ser necesaria solo una ligera presión del hombro y la cabeza, para que el violín se “asiente” de manera segura y sólida.
El violín lo sujetamos con la cabeza ladeada ligeramente a la izquierda y con la parte delantera del hombro izquierdo.
La cabeza que sujeta el violín se encuentra derecha por lo general; ni se inclina hacia la tabla del violín ni se aleja hacia la derecha. Sin embargo, el violín no debemos sujetarlo siempre en la misma posición de manera rígida. Si queremos escuchar con detalle el sonido de nuestro violín, podemos, excepcionalmente, acerca el oído izquierdo a la tabla superior; si queremos juzgar el sonido más objetivamente, ladeamos la cabeza un poco hacia la derecha.
La cabeza al sujetar el violín por lo general está derecha; sólo excepcionalmente la inclinamos o alejamos del violín.

Al tocar de memoria la mirada de los violinistas suele posarse sobre los dedos de la mano izquierda, al tocar con partituras, sobre las partituras, en cierta medida a la derecha de las cuerdas, de forma que la mano izquierda no estorbe a la lectura.
La cabeza esta ladeada en el sentido de las cuerdas; la mirada directa tiene también el mismo sentido.
Por eso el atril debe estar tan alto como para que su borde superior esté a la altura de los ojos. Sabemos de la práctica que la manera más natural de mirar es en línea recta y ligeramente abajo. El ángulo del atril debe ser suave, dicho con precisión, inclinado exactamente según nuestro ángulo de mirada al centro de la partitura.
Un atril poco inclinado tiene por altura el borde superior a la altura de los ojos.
El hecho de que al tocar con partituras la cabeza esté constantemente girada hacia la izquierda es una posición establecida de todo el cuerpo respecto del atril. El sentido frontal del cuerpo determinado por el sentido de los hombros es, respecto del atril, diagonal (imagen 47), en ningún caso paralelo. Si estamos sentados al tocar, colocaremos la silla de manera diagonal respecto del atril.

Respecto del atril, estamos de pie o sentados de manera diagonal.
Si estamos de pie, queremos con toda seguridad tener la mayor libertad de movimiento posible, sobretodo del tronco y al mismo tiempo queremos tener una posición firme. Por eso abrimos ligeramente las piernas, mas o menos para que las líneas internas de los pies se alineen con la dirección del tronco. (mirar el anexo V).
Para equilibrar la preponderancia del lado izquierdo que surge al girar la cabeza, al sujetar el violín y al mover el brazo derecho hacia la izquierda, moveremos la pierna derecha un decímetro (10cm) hacia delante partiendo de la posición de alineamiento marcada por los dos hombros.
El peso del cuerpo se traslada en ese caso más hacia la pierna izquierda que hacia la derecha.
Estamos de pie con las piernas ligeramente abiertas, con el peso del cuerpo puesto en la pierna izquierda y la pierna derecha ligeramente avanzada.
Si tocamos para el público, nos colocamos de tal forma que el sonido emitido desde la tabla superior del violín vaya orientado directamente al público. En una estancia pequeña nos colocaremos en ese caso, de perfil. En salas más grandes, sin embargo, nos colocaremos diagonalmente respecto del público (imagen 49), para que no demos la espalda a una parte del público.

En una estancia pequeña nos giramos hacia el público con nuestro perfil derecho, en salas de concierto nos colocamos de semi-perfil.
El violín lo sujetamos mayoritariamente con la cabeza y el hombro. Ello es así porque queremos tener el brazo izquierdo libre, especialmente para los cambios de posición. Pero la mano izquierda también ayuda a sujetar el violín, sobretodo al tocar a la position es decir, en posiciones altas; con ello facilitamos el descanso frecuente de los músculos que se torsionan bajo el violín del otro lado.
A veces la mano izquierda ayuda con su sección del pulgar a sostener el violín.
El brazo izquierdo adopta la posición en la cual la acción de los dedos resulta más fácil. Para el golpeo de los dedos y para los trinos necesitamos un pliegue de los dedos que propicie un efecto “martilleante”, dedos que caen en la medida de lo posible de manera perpendicular sobre la cuerdam vertical sobre el diapasón.
Esto lo conseguiremos solamente si rotamos el codo izquierdo por debajo del violín hacia la derecha y si sujetamos el cuello del violín entre la base del índice y el pulgar.
Acordemos sin embargo que esta posición es marcadamente antinatural: requiere un antebrazo elevado y rotado, un codo introducido bajo el violín y en las posiciones altas una mano doblada en la muñeca con un pulgar alejado.
Es por ello necesario ayudar como sea posible la función de la mano izquierda. Sobretodo abandonando la postura única en el brazo izquierdo, es decir, aquella desde la que sería más eficiente realizar todas y cada una de las funciones de la mano y su descripción sería la siguiente: el codo lo más alejado posible hacia la derecha, delante del centro del cuerpo; antebrazo alineado (mano y antebrazo en el mismo sentido); el pulgar apoya desde abajo el cuello del violín con su punta; la parte de la palma de la mano correspondiente al meñique está inclinada cuanto sea posible al cuello del violín; la base (raíz) del índice está separado del cuello del violín permanentemente.
Una mano formada de esta manera podría unir con la mayor facilidad incluso las posiciones más alejadas, todos los dedos caerían sobre la cuerda verticalmente y podrían vibrar cuando hiciese falta.
Un brazo izquierdo preparado con la mayor eficiencia para cualquier acción violinística se encuentra en una posición marcadamente antinatural y cansada.
Y aún así descartamos esta posición única más ventajosa del brazo izquierdo: es demasiado cansada.
Todas sus adaptaciones – salvo la muñeca recta – son antinaturales, se alejan mucho de la posición natural del brazo al colgar al lado del cuerpo. Para un violinista profesional que toca 4-6 horas al día sería agotador mantener esta posición única del brazo izquierdo y requeriría la mayoría de su consciencia corporal y fuerza.
Mejor cambiaremos a menudo la posición de la mano izquierda al tocar según las necesidades inmediatas que mantener constantemente la misma posición cansada exigida de satisfacer para las acciones más variadas.
Por ello consideramos la posición normativa para sujetar el violín la que contiene las siguientes características:
- El antebrazo y el brazo están en un mismo nivel, no diagonalmente, (ver anexo VI). El codo queda por tanto bajo el violín en su zona central; lo desplazamos hacia la derecha al exterior del violín solo ocasionalmente, al hacer extensiones con el cuarto dedo y al tocar en posiciones altas, especialmente en la cuerda sol G.
El codo se encuentra cayendo verticalmente bajo el violín (normativamente).
2. El antebrazo y la mano se encuentran alineados en el mismo sentido (“muñeca recta”) al tocar en I. y II. posición (imagen 50). En la III. posición nos saltamos hasta cierto punto su sentido, al apoyarnos con la mano en el cuerpo del violín; también en lo referente a las posición cuarta y en adelante. Algunos violinistas alejan o acercan la mano (la palma) al cuello del violín también porque así facilitan los trinos, el vibrato, el glissando cromático y otras acciones de la mano izquierda.
La mano izquierda en la I. y II. posición mantienen la “muñeca recta” en la III. posición se puede apoyar en el cuerpo del violín (normativamente).

3. El antebrazo y la parte de la alma de la mano que concierne al meñique las rotamos hacia el cuello del violín en la medida en que el cuarto dedo llegue a su sitio asignado solamente ligeramente doblado, eventualmente solamente con su primera articulación estirada, para que caiga sobre la cuerda diagonalmente o de manera plana (imagen 51).
Además de un cansancio reducido conseguimos también con ello que caiga sobre la cuerda de manera más segura; porque resulta que ocurre que el meñique llevado verticalmente no siempre impacta la cuerda, sino que cae en el espacio entre cuerdas. Este peligro no existe en el meñique que cae diagonalmente.
La parte de la mano correspondiente al meñique la inclinamos hacia el cuello del violín sólo relajadamente. El meñique puede caer sobre la cuerda también de manera plana.
La mano la acercamos al cuello del violín y colocamos el cuarto dedo verticalmente solo en caso de necesidad (ejemplo 59).

No es sin embargo un error el de aquel que toque con el meñique doblado todo el tiempo; es conveniente especialmente para los violinistas con los dedos largos.
4. El violín lo sujetamos entre la primera articulación del pulgar y la raíz del dedo índice. Su postura conjunta se la explicamos a los principiantes de la siguiente forma: Acercamos el pulgar a la palma de la mano con los dedos estirados y separamos entonces solamente la primera articulación del pulgar (imagen 52).
En el espacio así surgido introducimos el cuello del violín con su parte redondeada y relajamos la tensión innecesaria del pulgar. Un pulgar corto alcanza a la altura de las cuerdas, uno larga sobrepasa un poco.

El cuello del violín en I-III. posición lo colocamos entre la primera articulación del pulgar y la raíz del dedo índice, ambos estirados.
En la posición de la imagen 53 la mano se encuentra lo más libre de tensión posible. – La posición del pulgar doblado en su primera articulación y empujado hacia delante tal que en la imagen 54 es mala porque requiere tensión y provoca una menor movilidad (adaptabilidad) de la mano al realizar sus acciones (cambios de posición, trinos, vibrato).
No necesitamos casi ni recordar que también es erróneo colocar el cuello del violín en la junta del pulgar con la palma de la mano; erróneo porque con ello se infringe el sentido vertical de caída de los dedos sobre la cuerda y la unión de posiciones distantes se vuelve difícil.

Al proceder de I. a III. posición el pulgar no cambia su posición ni su colocación respecto del resto de los dedos; se desplaza al nivel del índice con su punta hasta cierto punto por detrás.
Al proceder de I. a III. posición el pulgar se desplaza a la vez que el resto de los dedos.
A partir de la quinta posición hacia arriba, desplazamos el pulgar el pulgar con su primera articulación por la pieza redondeada de madera en la base del cuello del violín; en las posiciones más altas, nos apoyamos en la pieza redondeada del cuello del violín solamente con la punta del dedo pulgar (imagen 55).
Sacar el pulgar hasta los costados del violín al tocar en las posiciones más altas es solo un mal menor de los violinistas con manos pequeñas (pulgar corto).

Mientras tocamos en posiciones bajas y no vibramos, tenemos el cuello del violín entre el pulgar y la raíz del índice como ha sido explicado anteriormente. De esta forma fijamos la mano en dos puntos del cuello del violín; por eso los dedos pueden caer sobre la cuerda con mayor seguridad, especialmente cuando aparecen después de tocar cuerdas libres, al aire.
Si no vibramos en las posiciones bajar, tocamos siempre el cuello del violín con la base del dedo índice.
Si alguien toca con el índice constantemente alejado del cuello del violínm tendrá por lo general una afinación insegura debido a la fragilidad de la palma de la mano. El índice se relaja solamente al vibrar y cuando tocamos en posiciones altas.
5. Nos esforzamos por que la caída de los dedos sobre la cuerda sea “martilleada” y con los dedos lo más verticales posible; pero esto será posible solo para aquellos con los dedos largos. Los primeros tres dedos deben estar siempre redondeados, sin embargo, el meñique puede estar eventualmente estirado; dependerá de su longitud y su situación como señalamos en el tercer punto anteriormente.
Los dedos están redondeados en la caída. El meñique puede caer también estirado.
El sentido de la primera articulación de los dedos es la mayoría de las veces diagonal, dependiendo de en qué cuerda y en qué posición nos encontremos y dependiendo de la acción del dedo (trino, vibrato, etc.).
Algunos violinistas consiguen por ejemplo un vibrato especialmente bonito si “colocan” los dedos; de forma que no toquen la cuerda con la punta sino con la parte carnosa del dedo. Los dedos no deben pues estar doblados sin cambio alguno, agarrotados, sino que deben de estar colocados de forma adaptativa.
El sentido de caída de los dedos es diverso dependiendo de la situación.
Estabilizamos la posición correcta del brazo izquierdo con la llamada digitación/posición de Geminiani (ejemplo 60). Para ello son necesarias las posiciones del brazo descritas al principio bajo la idea de la posición única y no la posición que establecimos posteriormente como normativa.

Esta posición la mantenemos sin crear sonido hasta una sensación de leve cansancio, o la utilizamos de maneras desplegadas (ejemplo 61) para estudiar diversos golpes de arco, ritmos y dinámicas.
Con la posición de Geminiani corregimos la posición del brazo izquierdo.
Para el mismo fin también sirve estudiar los estudios con cuarto dedo expuesto, por ejemplo el ejemplo numero 29 del II. tomo de estudios elementales de J.Micka.