A menudo me encuentro dando clase a personas que de una forma u otra se encuentran tensas con el violín.
La tensión, por supuesto, puede provenir de muchas diferentes causas. Una de las más comunes es la novedad respecto del objeto llamado violín.
Me ocurre que la persona llega y quiere tocar, sin embargo, cuando la miro , veo a una persona que sujeta el violín como temerosa de que se vaya a romper o a caer.
Este es uno de los problemas fundamentales de los violinistas, no solo de los principiantes, sino de muchos violinistas con años de práctica a sus espaldas.
Voy a sugerir tres ejercicios para perder el miedo al objeto llamado violín.
El primero, es el más radical e impactante. Con las personas a las que doy clase funciona muy bien. Consiste en coger el violín, aproximarse a una ventana elevada, preferiblemente de un segundo piso en adelante e inclinarse por la ventana con el violín sujeto en posición de tocar.
De esta forma el violín queda suspendido a muchos metros de altura por encima de la calle y la sensación de miedo se incrementa considerablemente, haciendo que el umbral de tolerancia al miedo aumente. Una vez uno permanece 30 segundos con el violín a 15 metros de altura sobre el suelo, al volver a meterlo dentro de la habitación, su sentido de la inseguridad respecto a sujetar el violín ha cambiado: o bien se ha reducido notablemente, o bien ha desaparecido por completo.
El segundo, es más moderado pero aún así estresante. Consiste en destensar todas las cuerdas con las clavijas, sacar las cuerdas de su sitio, quitar el puente y el cordal, dejando el violín desnudo.
Una vez hecho este proceso (proceso que, curiosamente, tiene la capacidad de despertar los temores más profundos de los violinistas y aprendices) consiste en rearmar el violín, colocar el cordal, las cuerdas y el puente.
Es un proceso que suele llevar mucho tiempo la primera vez, pero también tiene un efecto poderoso sobre la relajación respecto del objeto llamado violín.
Por último, el más suave de los ejercicios, consiste en hacer un agujero en la pared, atornillar un gancho en forma de L y colgar con una cuerda fuerte el violín en la pared.
Este ejercicio es genial. Trabaja con el subconsciente, de forma que aprendemos a ver a menudo el violín en nuestra habitación o salón. Dejamos de considerarlo aquel “objeto divino” al cual temer, que vive en su estuche, para pasar a considerarlo un objeto más, al que nos acostumbramos con una mucho mayor velocidad.
Además permite que nos habituemos al intrumento y demos mayor rienda suelta a nuestras ganas de tocar, al tener el instrumento a la vista todo el tiempo.
Tengo comprobados con las personas que tienen clases conmigo, que estos ejercicios les sirven enormemente a tocar con mayor seguridad en el violín y menor temor de este objeto.
Espero que estos tres consejos os sean de utilidad para perder esos miedos residuales que aún podáis llevar en vuestro interior al respecto del violín como objeto!
Un abrazo!
Marko