Este soy yo tocando en mi fiesta de cumpleaños en mi casa de entonces. Para que veáis que mis crónicas son reales y el niño existió 😀
Mi infancia transcurrió básicamente entre tres ambientes: mi casa, el colegio y el conservatorio. Y en las vacaciones: a Eslovaquia cuando había dinero para ir.
Pasarían menos de tres años tocando, cuando una de las veces que volví de Eslovaquia (tendría unos 8 años) tras pasar las vacaciones de verano a mi profesora se le fué la pinza y se obsesionó con que mi pulgar de la mano izquierda estaba demasiado tenso y que apretaba mucho el mástil del violín.
Acusó a mi madre y a mi tía (profesora de violín en Eslovaquia) de haberme estropeado la técnica de la mano izquierda y de que se me tensase la mano.
[Sigo preguntándome en qué mundo vivían mis padres en aquella época que no me sacaron de allí… como ya expliqué esta era la cultura de la unión soviética: machaque institucionalizado del individuo. Primero te machacamos y luego tu machacarás a la generación siguiente.]
Empezó, clase tras clase a obsesionarse con ello (y a mí) que hasta el momento no había generado ningún problema comenzó a “rayarme la cabeza” mucho.
[Es interesante mencionar un tema psicológico que ocurre con los violinistas. La mayoría de los que conozco en cuanto se les señala algo específicamente, tensa ese algo o directamente se tensan enteros. Mi hipótesis es que se debe a una manera errónea de abordar el aprendizaje. En vez de haber sido tratados con objetividad y haberles sido mostrado tanto las cosas buenas como las malas que hacían, el profesor se centraba únicamente en lo que fallaba (a veces con altas dosis de agresividad) haciendo que el alumno pillase miedo a confundirse y se tensase].
Para que veáis que no exagero en demasía os voy a poner dos ejemplos de lo que mi ex-profesora tenía por costumbre hacer durante aquella época. La señora en cuestión se le iba a menudo “la pinza” y perdía los papeles dándole ataques de desbordamiento emocional, no sabía contenerse:
- A veces me cogía la mano y empezaba a girármela para demostrarme a mí y a mi madre que yo tenía un problema físico de falta de elasticidad. Aquello me resultaba siempre muy desagradable porque yo no era culpable porque mi mano no girase más y aquella señora afirmaba lo contrario.
- Por otro lado, a veces no se le ocurría mejor cosa que hacer que coger un lapiz puntiagudo y mientras yo tocaba clavarme el lapiz en el musculo del dedo gordo gritando: relajade dedo gordo, relajade dedo gordo…
Tal era su grado de paranoia que era incapaz de ver que clavándole un lapiz en la mano a un niño de 8 años no iba a motivar que relajase su mano, sino todo lo contrario y también motivaría que el niño le tuviese miedo y no le cayese bien.
Como ya expliqué, los rusos no destacan, al menos en el violín (aunque se de de otras muchas disciplinas que tampoco) por su humanidad. Espero que en el presente sea distinto, aunque maneras tan rudas como estas no se cambian en una sola generación.
De hecho en la imagen de arriba al mirar (more…)